«Fahrenheit 451» y mi gran adicción a las novelas distópicas

abril 12, 2020

Son estos días los mejores para meterse en el papel de los protagonistas de las novelas distópicas e imaginarse vagando por calles desiertas o escondiéndose en lugares en ruinas, huyendo de una sociedad desaparecida o donde las cosas han cambiado drásticamente. Desde muy pequeña, leer novelas así me ha encantado: me transportaba a otro mundo, donde la vida no era algo fácil y bonito, donde debías valértelas por tu experiencia y arrojo.

Hace dos días terminé de leer uno de los clásicos distópicos por excelencia, Fahrenheit 451 (Ray Bradbury), y he decidido hablaros de algunas de estas novelas que más me han gustado, y tal vez reflexionar sobre por qué muchas veces recurrimos a este tipo de historias para escapar de nuestra realidad, sólo logrando sumergirnos en una realidad que a simple vista es mucho más oscura y terrible.

Fahrenheit 451, de Ray Bradbury
Fahrenheit 451 (cuyo título es una alusión a la temperatura a la que el papel arde) narra la historia de Guy Montag, un hombre que vive en una sociedad estadounidense donde prima el placer inmediato, donde los libros están prohibidos y se consideran la fuente de la infelicidad humana. En este lugar, el trabajo de los bomberos ya no es apagar fuegos, sino crearlos, quemando así todos los libros existentes. La obra se divide en tres grandes partes: Era estupendo quemar, La criba y la arena y Fuego vivo. Guy Montag se nos presenta como un bombero satisfecho con su trabajo, que sabe que lo que hace es lo correcto (aunque después descubrimos que esconde un gran secreto). Sin embargo, una noche conoce a Clarisse McClellan, una adolescente que logra que se cuestione todo lo que hasta entonces había creído y juzgado como universal. A partir de entonces, los pensamientos de Montag comenzarán a cambiar, y veremos una marcada evolución en su comportamiento y su forma de ver la sociedad en la que vive. Uno de mis fragmentos favoritos:

"Los libros están para recordarnos lo tontos y estúpidos que somos. Son la guardia pretoriana de César, susurrando mientras tiene lugar el desfile por la avenida: «Recuerda, César, que eres mortal.» La mayoría de nosotros no podemos andar corriendo por ahí, hablando con todo el mundo, ni conocer todas las ciudades del mundo, pues carecemos de tiempo, de dinero o de amigos. Lo que usted anda buscando, Montag, está en el mundo, pero el único medio para que una persona corriente vea el noventa y nueve por ciento de ello está en un libro. No pida garantías. Y no espere ser salvado por alguna cosa, persona, máquina o biblioteca. Realice su propia labor salvadora, y si se ahoga, muera, por lo menos, sabiendo que se dirigía hacia la playa."